lunes, 22 de junio de 2009

Con la Compostela bajo el brazo...

... y una nueva perspectiva de la vida por delante.

Melide – Santiago

Es increíble cómo es el cuerpo humano: Basta una motivación suficientemente fuerte para que lleve a cabo acciones extraordinarias. Las caras de cansancio y ojeras en el desayuno en Melide auguraban un día duro. Para colmo la altimetría de la etapa mostraba un perfil “rompepiernas”, con subidas duras y bajadas muy cortas como para reponerse. La ruta además era de sendero casi en su totalidad y con el peligro de que “en la puerta del horno se queme el pan”, como le sucedió a un integrante de un grupo de ciclistas, los “Biciosos”, con quienes nos habíamos visto varias veces a lo largo del Camino.

Pero nada más salir por los increíbles paisajes gallegos, percibir sus olores y escuchar los sonidos del campo, y todos los dolores se fueron. El ambiente del grupo no podía ser mejor. Cada “adelante” de Tomás antes de las cuestas, proclamado en la más clara tradición pirata, era causa de alegría. Eso de ir de menos a más que nos recomendaron al comienzo, se hizo visible enseguida. El encuentro con otros peregrinos, tanto de a pie como en bici, esta vez era más cálido. Ya no escuchábamos solo un frío “buen camino” de respuesta al nuestro, sino algún otro comentario adicional, como “ya mismo llegamos”.

La etapa es larga de todas formas, con 51km que permiten una ganancia vertical de casi 900 mts. Aproximadamente en el km 28 paramos en un pequeño bar a descansar. Aunque solo uno se aventuró por una cerveza, los cantos regionales de Tomás nos proporcionaron el factor de risa que hacía falta para que caigamos en cuenta de lo que se nos venía por delante, la culminación de un peregrinaje que para algunos fue un plan, para otros un sueño, y para todos una experiencia de vida nunca antes imaginada.

De allí todavía teníamos la subida al Monte del Gozo, cuya cima está situada a apenas 3 km de la Plaza de Obradoiro y la Catedral de Santiago, pero que es el último obstáculo que anuncia que esto no es un paseo de Domingo ni un viaje turístico. Son 5 km muy duros, más aún considerando que para entonces ya teníamos más de 750 km en las piernas. Personalmente decidí subir a todo lo que podía, total ya no quedaba más al día siguiente. Me recibieron la vista de Santiago desde el tope, un grupo de turistas que danzaba alegremente algún baile regional y la “flecha de plata”, la furgoneta de Mammoth y Rubén con el avituallamiento preparado; ésta última una vista que durante la semana siempre fue de alivio pues se sabía que nos esperaba una muy buena comida, cuentos y risas.

No puedo expresar bien lo que sentí ese rato, una mezcla de satisfacción por ir alcanzando metas, pero de tristeza por saber que esto, como todas las cosas buenas en la vida, se acababa y ahora correspondía ir a poner en práctica todo lo aprendido con cansancio y sudor. También unas ganas de decir “qué bien se está aquí”, tratando de prolongar lo improlongable.

Poco a poco fueron llegando los otros. Paty llegó segunda y muy cerca el grupo. Este también fue un momento de satisfacción pues fui testigo de lo que le costó a ella esta peregrinación. Apenas la noche anterior parecía que no lo lograría. Ahora ya todo era fiesta.

Pero quedaba la mejor parte, la entrada a Santiago. Inicialmente se da por calles traficadas lo que siempre es algo tensionante, pero pronto se entra al casco histórico y la experiencia es indesciptible. Cientos de turistas a los que da ganas de contarles que ahora nosotros ya somos parte de esta plaza, de este pueblo, de esta catedral, de esta España que nos abrió sus brazos. El Camino sigue una ruta especial, que culmina con una larga escalinata a través de un arco en el lado de la Catedral, que desemboca directamente en la plaza, junto al Parador. Como correspondía a la muchas veces repetida frase de “si va a sacar a pasear su bici, mejor cómprese un perrito”, Tomás y yo bajamos las escalinatas en bici, arriesgando una llamada de atención de algún guardia civil.

El abrazo en el medio de la plaza es indescriptible. Lágrimas a granel, gracias sentidos, pero sobre todo la satisfacción de haber logrado un fin que costó mucho. Quedaba únicamente el ritual tradicional que se debe cumplir en calidad de peregrino. Empieza por ingresar a la Catedral por la puerta principal hacia una figura del santo, en donde deben introducirse las manos por 2 agujeros para besar la figura de piedra, luego se dan 3 golpes con la cabeza en señal de arrepentimiento. Este paso ha sido eliminado desde hace un par de años por la desastrosa forma en la que está la talla de piedra y mármol luego de tantos siglos de cabezasos. A continuación se visita al Santísimo, pues “primero Dios y después el Santo”. Entonces viene el ritual de abrazar la figura de Santiago en el altar, dispuesta de forma tal que se accede por la parte posterior para no estorbar la actividades normales de la iglesia. Finalmente se visita la tumba, directamente por debajo del altar.

Salimos por el otro lado. Rubén se había quedado con las bicis. Sesión de fotos desde el punto secreto que solo Tomás conoce, que permite sacar como fondo a toda la Catedral. Los de Mammoth piensan en todo!

Por último se dirige uno a la Puerta del Peregrino, que permite el ingreso a la Oficina respectiva. En ella se debe acreditar mediante los carnets con los sellos respectivos, que uno ha hecho el peregrinaje, lo que le hace acreedor a la Compostela, documento escrito en latín que acredita en forma que uno ahora es peregrino, aunque la experiencia acredita en el fondo que desde ahora la vida ha tomado un giro distinto. Ya no somos los mismos que hace 10 días comenzamos el Camino de Santiago en Roncesvalles. Adicionalmente el capitán del equipo, Tomás, nos condecoró oficialmente imponiéndonos la Cruz de Santiago.

Por la noche tuvimos nuestra cena de despedida. El ambiente festivo estuvo acompañado de una suculenta y abundante cena, pero pronto el cansancio hizo presa de todos, menos por supuesto del “niño”, Rubén, que con su habitual alegría nos insistía en ir por un para de copas a un bar.

Hoy día nos queda la misa del peregrino, en la orgullosamente escucharemos mencionarse el nombre de Ecuador como lugar de origen de los peregrinos llegados ayer, como ya sucedió en la misa en Roncesvalles. Luego partimos hacia Madrid.

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