viernes, 19 de junio de 2009

Nuestra razón del peregrinaje

Queridos lectores:

Hace poco tiempo Paty escribió lo que transcribo abajo, que detalla nuestra razón para peregrinar:




¡No sé en qué momento  llegamos al absurdo de pensar que la vida nos pertenece!  Absurdo de pensar que podemos hacer y deshacer las cosas de acuerdo a nuestro capricho.  Ese absurdo endiosamiento desde donde trazamos planes que los damos por seguros, ponemos fechas inamovibles, nos hacemos dueños eternos de lugares...  Y cuando apostamos que todo se hace a nuestro ritmo y de acuerdo a nuestra única voluntad, nos despiertan las campanas en el camino.  Esas que nos recuerdan que no somos todopoderosos, que las coordenadas del tiempo y del espacio no nos pertenecen.  Nos recuerdan que nuestra libertad no consiste en ser DUEÑOS de la vida sino en responder a la Vida y sus propuestas.

Una de esas campanadas fue el infarto de mi marido. Estaba él en una edad interesante, la década de los treinta.  Era un momento de sacar adelante la familia, el deporte, el trabajo, la casa, etc... Todo un futuro que construir viviendo a plenitud el presente que se presentaba tal como uno lo había soñado.  De pronto un llamado: “Alto ahí” y mi marido se moría con un infarto.  Parecía que la vida se nos escapaba y no había cómo contenerla. El silencio profundo y la oración era la única realidad presente.

El tiempo y el espacio cambiaron.  Ya no estábamos en la casa sino en la sala de cuidados intensivos donde el tiempo se mide con las máquinas conectadas al cuerpo de uno, mientras el reloj parece que se ha quedado dormido.  El espacio se reducía a la cama estrecha y las visitas cortas.  Una vez en el cuarto el hospital, el tiempo parecía más prometedor y el espacio más acogedor.  Los pasillos del Hospital  Metropolitano eran largos y Jaime no los podía recorrer sin cansancio y sudor.  ¿Dónde estaba ese compañero de aventuras que en un mismo día era capaz de subir a la montaña a colocar una antena de radio aficionado y estar por la tarde navegando ya sea en el lago o en el mar o montando bicicleta con nuestro hijo?  Parecía que todo eso había quedado atrás.

“La vida no está en ser el más rico del cementerio” nos dijo un amigo en una de sus visitas.  Nosotros asentíamos sonriendo pero a la vez la pregunta quedaba presente: 
“¿En qué consiste la vida?”

Llego el médico que le iba a tratar a Jaime y su diagnóstico fue que mi marido no podía salir de casa a las siete de la mañana porque era muy frío para él, ni a las doce porque era muy caliente, ni ir a la calle 10 de Agosto porque era muy alto, ni podía navegar por el agua fría, tampoco el esfuerzo que requiere la bicicleta, ni.... Ni.... 

Con este diagnóstico las preguntas que venían a la mente y al corazón eran muchas:
¿En qué consiste la vida si no somos dueños ni del tiempo, ni del espacio? 
¿Cómo podemos llamar vida a una existencia limitada al punto de empezar a vivir la muerte en vida?

El sentido de pequeñez, de impotencia se vuelve un trago amargo de beber.  Y, sin embargo, una luz tenue empezó a nacer. Empezamos a balbucear una respuesta. Si bien es cierto que la Vida es la que nos presenta y/o dispone las coordenadas tiempo y espacio de maneras que no habíamos planificado ni soñado, a la vez, nada es oscuridad sino todo es una PROPUESTA.  Ahí está la libertad y el espacio a la creatividad.  Y si uno responde desde la verdad, la fe, la esperanza y el amor sabemos que frente a nosotros hay siempre un camino.

Cambiamos de médico y si bien las posibilidades se abrieron, el uso de medicamentos delicados dejaron pronto ver sus efectos colaterales. Entonces las palabras del Padre Marco V. Rueda se convirtieron en guía del camino: 

“Nadie puede beber la luz por ti.  
Nadie puede amar por ti. 
Y sentir la danza del dolor y de la muerte en lugar tuyo.  
La vida sólo la vives tú.  

Se nace y se muere, 
se ríe y se llora, 
se trabaja y se fecunda... 

Insustituiblemente, uno mismo!”

Este año, Jaime, decidió estudiar por sí mismo su caso.  Empezó a curarse por medio de la bicicleta de montaña, a hacer mediciones diarias de su corazón, tomar un entrenador y, por último, dejarse ayudar por una señora que le da una educación de integración mente, cuerpo y espíritu.  Los resultados se han dado a ver, el fin de semana del 16-17 mayo, cuando Jaime sintió que podía ponerse a prueba y participó en una de las carreras duras de bicicleta que se dan en el Ecuador: la carrera de Zuleta.  Una carrera de montaña de dos días.  No solo que terminó sino que le fue muy bien. El sábado le tomó el desgaste de 3.700 calorías en tres horas y media y algo similar el domingo.  Llegó agotado pero feliz.  

Como todo lo bueno, que es siempre sagrado, se da en un marco de belleza; tuvimos en esta prueba, además de la carrera, conjuntos de música folklórica, encuentro con amigos y una noche
estrellada que terminó en helada al amanecer.  Como sello del momento importante que estábamos viviendo, teníamos la grandiosidad del Cayambe, pues, a semejanza del camino, había momentos que se oculta en su manto de nubes, sin que por eso deje de existir y otras se dejaba ver en toda su gloria y majestad.

Todo un fin de semana de bendición y de un canto de alabanza a la Vida que cuando aceptamos Sus propuestas, nos hace grandes.

Invitación

Como un signo de acción de gracias, nos vamos a hacer el Camino de Santiago en bicicleta.  El sentido es hacer camino a la manera que nos dice el mismo P. Marco:

“El camino no es una gimnasia que practicas unas pocas veces.
El camino es para recorrerse.
Para vivirse.

El camino es tu vida
Tiene luces y sombras que le cortan

Y siempre la pregunta:
¿A dónde va el camino?”


Si a esta altura de mi vida me pregunto o me preguntan: “¿A dónde va el camino?”  La respuesta ya no es a donde yo quiera.  Hemos aprendido que debemos vivir el Camino que se nos presente. Aprender del Camino. Aceptar el Camino.  Hacer camino en el Camino. Responder a sus retos y demandas. Hacer uno mismo el camino, sin olvidar que junto a nosotros van los demás y nosotros junto a ellos.

Queridos hijos, familia personal y la familia de los /las catequistas del CENF,  amigos y amigas:  queremos ir llevando sus nombres (su vida), intenciones, oraciones y apoyo en este Camino de Santiago, que es una muestra de la Vida.  De este modo nosotros llegaremospor y con ustedes y ustedes llegarán por y con nosotros a ésta que es una de las invitaciones del Camino.

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